Durante el Paleolítico, los pueblos primitivos utilizaban marcas talladas en los huesos, la madera, la piedra o las paredes de las cuevas para contar. Sin embargo, a medida que se desarrollaba la civilización, la gente comenzó a experimentar la necesidad de registrar grandes números.
Los sistemas de registro numérico, incluidos los números griegos, egipcios y hebreos, eran en general solo extensiones de las marcas de conteo primitivas. En el sistema egipcio, por ejemplo, una cuerda con un nudo significa 100 y un nenúfar significa 1000. Cada símbolo se repetía tantas veces como fuera necesario y se sumaba todo. Así, en el sistema egipcio, el número 300 aparecía como 3 cuerdas con un nudo. Pero esta forma de escribir era muy difícil de entender.
Las civilizaciones babilónica, china y azteca inventaron independientemente el sistema posicional. Permite reutilizar los mismos símbolos asignándoles diferentes valores en función de su posición en la secuencia. Y en el siglo VII d. C., los matemáticos indios habían perfeccionado el sistema posicional decimal, que podía representar cualquier número con 10 símbolos únicos. Más tarde, los comerciantes, eruditos y conquistadores árabes la difundieron por toda Europa.
Un avance en el sistema posicional fue la aparición del número 0. La presencia y el uso de este numeral ayudaron a que el registro de los números fuera más claro.
La notación posicional no tiene que basarse necesariamente en la notación decimal. Los babilonios se basaron en el número 60, y eso sigue siendo parte del sistema hoy en día: todavía utilizamos el reloj de 60 minutos y el minuto de 60 segundos.

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