Durante mucho tiempo se creyó que las arrugas en nuestras extremidades aparecían debido a que la capa superior de la epidermis se hinchaba por el agua.

Esto se explicó de la siguiente manera. La piel está cubierta de sebo (grasa), que la protege e hidrata. Esta capa protectora también tiene una función repelente al agua. Gracias a ella, el líquido fluye por nuestro cuerpo sin ser absorbido. Pero el “remojo” prolongado elimina el sebo y el agua comienza a penetrar en la epidermis, suavizándola.

Sin embargo, los científicos descubrieron más tarde un vínculo entre las arrugas de la piel en el agua y el funcionamiento de los vasos sanguíneos. Resultó que la aparición de arrugas está influenciada por la actividad del sistema nervioso simpático, es decir, el estrechamiento de los vasos sanguíneos. Cuando estás en el agua, el sistema nervioso envía una señal a los vasos sanguíneos y estos comienzan a contraerse. El cuerpo envía sangre de un área a otra. De donde sale la sangre, los vasos se vuelven más delgados. La piel sobre ellos colapsa y aparecen arrugas.

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